martes, 31 de diciembre de 2019

La mansión de los chocolates (Maria Nikolai)

Había oído hablar del libro y lo había visto en un montón de sitios, así que he tenido la opción de leerlo y lo he leído. De acuerdo con la sinopsis: "Maria Nikolai nos transporta a la fábrica de chocolates de la familia Rothmann en la ciudad alemana de Stuttgart, en 1903. El negocio está en manos de la misma familia desde hace años y ahora su hija, la joven Judith, aspira a tener un rol importante en la empresa en contra de la voluntad de su padre". He de decir que suena mucho mejor de lo que luego es: la novela está bien, se lee fácil, es entretenida, pero yo esperaba otra cosa.

No deja de ser una novelita rosa en torno a un negocio de chocolate, pasando por temas interesantes pero solo de puntillas.

Por un lado, tenemos a los Rothmann, Willhelm y Hélène, casados por imposición, y con 3 hijos, Judith de 21 años y los gemelos Anton y Karl, de 8 (que, dicho sea de paso, son de armas tomar y les permiten hacer de todo)

Por otro lado, nos encontramos a Victor Rheinberger, hijo de Friedrich Rheinberger, a la sazón teniente general del ejército prusiano. Victor acaba de salir de la cárcel en la fortaleza de Ehrenbreitstein (entre paréntesis... las cárceles alemanas, con esos nombres, dan mucho miedito...)

Y tenemos a varias familias más, de las familias bien de Stuttgart y a sus hijos, como cuenta Edgar Nold: "Max, heredero del exitoso fabricante de maquinaria Ebinger, Albrecht von Brau, retoño del por aquel entonces, banquero más influyente de Stuttgart; y él mismo, el pintor bohemio cuyo padre poseía una fábrica de jabones...". De estos tres, Max es un chulín, mujeriego y conquistador, Albrecht es un imbécil integral y Edgar es el único majete y con sentido.

También tenemos al servicio de los Rothmann: Margarete, el ama de llaves; Dora, la doncella de Judith; Theo, el chófer; Gerti, la cocinera; Robert, el mozo de los recados y Babette, la criada.

Nos presenta en la novela varios problemas sociales, como el que las chicas tuvieran que casarse con quien decidieran sus padres, la diferencia entre las clases sociales, el problema de la prostitución, la situación de la mujer en la sociedad... Pero, solo lo comenta, no hay más profundización, la verdad.

No puedo dejar de incluir aquí una frase de Ebinger que sería para enmarcar: "No tengo ni idea de en qué estaba pensando Dios cuando creó a las mujeres, pero alguna razón habrá tenido". En fin...

Sí me ha gustado la historia de Emil Jellineck: "...se presentó un día en el taller de Maybach y no paró de insistir hasta que le construyeron un coche de carreras de dos plazas con el que participó en el rally de Niza de 1901. Y quedó el primero. Desde entonces, los coches de Maybach se llaman Mercedes en homenaje a la hija de Jellineck". Yo conocía parte de la historia, pero aún así, me ha gustado mucho también esta vez.

Uy... y me he enterado también de que el cristal de Bohemia es vidrio... No sé por qué, yo creía que era cristal tallado... ¡qué cosas!

No puedo contar la historia porque lo destriparía, pero está bien... un poco pastelosa al final, pero bien. Eso sí, no hay lucha para conseguir llegar a participar en el negocio... para nada...

Cierro la última reseña del año con un pensamiento "muy cortito" de Heráclito, con la intención de empezar el nuevo año con, por lo menos, las mismas ganas que este que ahora se acaba: "Todo fluye"

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