viernes, 23 de noviembre de 2018

El manuscrito de fuego (Luis García Jambrina)

Sonaba bien, ¿verdad? Eso me pareció y por eso lo he leído... Y me ha gustado... Y mucho.

Está muy entretenido, es una época muy curiosa y nos lleva por Salamanca de tal manera que creo que me lo tendré que volver a leer cuando vuelva a pasar por esa ciudad tan agradable y tan bonita.

Para ponernos en antecedentes, nos vamos a situar en Béjar. Eso me ha gustado porque es un sitio encantador y porque unos muy buenos amigos de mis suegros (y nuestros) son de allí. Allí hemos estado en alguna boda y luego hemos pasado de vacaciones... Buen sitio, sí, señor.

El 2 de febrero de 1532 , Don Francés de Zúñiga es acuchillado en plena noche por unos desconocidos. Don Francés era el alguacil mayor de Béjar pero había sido durante años el bufón del emperador Carlos V. Su esposa, la emperatriz, encarga las pesquisas a Fernando de Rojas que encontrará ayuda en Alondo Jambrina (¡ojo al apellido!), estudiante en Salamanca.

Don Francés alegraba al emperador, sobre todo cuando le daban los ataques de gota, que le ponían de muy mal humor: "...la verdad era con frecuencia trágica y amarga, pero él la presentaba como una farsa para que fuera más soportable".

Me encanta porque al que lleva a cabo las pesquisas se le llama "pesquisidor" ¡Qué nombre tan precioso! Y, por supuesto, este Fernando de Rojas es EL Fernando de Rojas, el autor de La Celestina.

Fernando de Rojas ya había sido pesquisidor pero llevaba tiempo retirado en Talavera de la Reina, estaba felizmente casado y tenía 6 hijos. Así que, tiene que volver a Salamanca y se reencuentra con parte de su pasado: con Sabela, su antiguo amor y con la hija de un librero con el que él trataba mucho y que ahora cuida de los libros que la Inquisición quisiera ver desaparecer de la faz de la tierra.


La Inquisición... Aparecía en la reseña anterior y aparece ahora. Como dice Tomás Pérez, amigo de Fernando de Rojas, "¡Cómo es posible que Dios permita la existencia de una institución tan poco cristiana como el Santo Oficio!"

En uno de los desplazamientos de Fernando de Rojas pasa "...no muy lejos del pueblo de Guijuelo, donde le dieron de cenar jamón curado, ya que no había otra cosa en la despensa". ¡Qué cosas! Bueno, nuestro prota no era tonto y, tanto le gustó que pidió otro plato...

Otra cosa curiosa es que Alonso es un estudiante... "raro": "Soy criado del hijo de un hidalgo de Zamora. Asisto a las lecciones en su lugar, mientras mi joven señor se divierte con sus amigos".

Y Alonso, lector de su libro, se ofrece a ayudarle. Fernando de Rojas le explica en qué consiste su labor: "...se trata de explorar caminos que no conducen  ninguna parte, hasta encontrar aquel que, por fin los lleve a la verdad"

No puedo dejar de contar lo que ven cuando entran en la biblioteca en Salamanca; "...había una cartela, bastante intimidatoria, aunque, al parecer, no demasiado disuasoria, que decía que había excomunión contra cualquier persona que quitase o distrajere algún libro, pergamino o papel de esa biblioteca...". No tendría mayor importancia si no fuera porque yo tengo esa misma indicación en la pared de mi salón... ¡qué casualidad! Bueno, a mí no me quitan los libros. Si alguien se lleva alguno, se apunta en el cuadernito que tengo para eso y ya está. Cuando lo devuelven se tacha y listo...

En fin, que es un libro que merece la pena leer para pasarlo muy bien. La trama se entreteje y se complica a ratos, pero luego se va aclarando todo... más o menos... Y, por supuesto, nos vamos a encontrar la rana de la catedral de Salamanca...

Voy a dejar un refrán que me ha gustado mucho y que pondría los pelos de punta a Mafalda: "Siete virtudes tiene la sopa: quita el hambre y da sed poca, hace dormir y digerir, nunca enfada y siempre agrada y te pone la cara colorada".

Y cierro definitivamente con una reflexión muy interesante: "La risa, y no solo la razón, es lo que nos hace humanos"

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