jueves, 1 de noviembre de 2018

Morir no es lo que más duele (Inés Plana Giné)

Me llamó mucho la atención el título del libro y, la verdad, me ha gustado más de lo que esperaba.

Voy a trasladar aquí lo que dice el propio libro sobre el tema, para que nos pongamos en situación: "Un hombre aparece ahorcado en un pinar a las afueras de Madrid, con los ojos arrancados de cuajo. En uno de sus bolsillo se halla un misterioso papel con el nombre y la dirección de una mujer: Sara Azcárraga". Promete, ¿verdad? Pues, además, cumple.

Nuestro prota va a ser Julián Tresser, 45 años, teniente de la Policía Judicial de la Primera Compañçia de la Guardia Civil de San Lorenzo de El Escorial. Es un hombre un poquillo atormentado, pero muy interesante y, por supuesto, como cabía esperar, me ha caído de maravilla. Su mujer le había abandonado 9 años antes de los hechos cuando llevaban 2 años casados, porque no podía adaptarse a su vida y su trabajo.

Por supuesto, otra prota es Sara Azcárraga, 40 años y una mujer muy, muy especial. Es correctora, muy inteligente pero está aislada del mundo: "No soportaba el contacto físico por mínimo que fuera, con otros seres humanos". Eso sí, cuando pone la música de Los Carpenters y dice que The end of the world es una de sus favoritas, a mí me ha ganado para su causa.

Y, cómo no, Tomás García Huete, de 54 años, el fallecido, un profesor de Lengua y Literatura en un colegio público de Uvés.

Vamos a encontrarnos con otros muchos personajes y con sus historias personales. Porque en esta novela, la historia principal, con su asesinato y sus cositas, se entrelaza maravillosamente con otras historias paralelas: la del cabo Guillermo Coira y su novia Lola; la de Raimundo Garrido, el vecino de Julián y su gata Greta; la de Halcón, Búho y Luba; la Gherardus, Marija y el propio Tomás; la del grupo la Rosa Blanca...

Parece muy complicado pero luego todo va encajando... De verdad...

He encontrado muchas cosas que me han hecho reflexionar. Una de ellas, que me toca muy de cerca por aquello de ser madre de dos adolescentes: "¿Pero cuántos progenitores no perciben o no saben percibir las señales de socorro de un hijo en apuros? Muchos. A veces lo que queremos ver oculta lo que realmente es". A mí estas frases, así, entresacadas de un libro, me dan más miedo que cualquier película de terror (de las que no veo, porque no me gusta el cine y el de terror, mucho menos). Esto sí que me hace pensar... y me asusta mucho.

Otra cosa que me ha dado que pensar: "Décadas atrás, y lo peor es que seguía sucediendo en la actualidad, la violación era percibida como un acto vergonzoso y solía quedar sepultada bajo el silencio impuesto por los familiares de la víctima, que preferían renunciar a la justicia antes que someter a las hijas o a las esposas a una nueva violación, la de su intimidad". Es duro, pero cierto. Cuántas habrán quedado sin denunciar ante la justicias y cuántas más habrán quedado en el silencio de las propias víctimas... No creo que sea fácil contarlo...

Una cosa más y cierro, de verdad, pero es que esto es muy cierto y no puedo por menos que estar de acuerdo al cien por cien con el capitán: "Por experiencia sabía que precisamente son las personas más metódicas y transparentes a los ojos de los demás las que mejor ocultan lo que requiere ser ocultado. Lo insertan entre sus férreas rutinas hasta que se confunde con ellas, y es tan difícil identificarlo como distinguir un par de calcetines de color azul oscuro en un cajón lleno de calcetines negros".

Lo prometido es deuda. Voy a terminar ya. Pero tengo que recomendar la novela: se lee muy fácil (por lo que no habrá sido nada fácil escribirla), da que pensar, se disfruta con los personajes... muy recomendable.

Y el cierre, con dos reflexiones cortas que me han sacado una sonrisa en ambos casos. Por un lado: "La amabilidad es un arma muy agresiva si se sabe utilizar bien". Y, por otro lado: "Los errores de los que se creen fuertes son con los que más se divierte el diablo".


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