domingo, 15 de octubre de 2017

Más allá del invierno (Isabel Allende)

Hacía mucho tiempo que quería leer el libro pero tenía la sospecha de que me lo iban a regalar por mi cumple (un regalo atrasado ,pero regalo al fin y al cabo) y así ha sido... ¡qué bien!

Antes de nada, supongo que alguna vez habré mencionado que la ilusión de mi vida es escribir un libro. Pero, claro, después de leer cosas como esta... imposible, lo sé.... Jamás podría llegar a imaginar ni la décima parte de los personajes que crea Isabel Allende...

Dicho esto, ya ha quedado claro que el libro me ha encantado, ¿verdad? Ya sabía yo que no me iba a defraudar... He oído muchas cosas sobre la escritura de Isabel Allende pero a mí, me encanta, desde lo primero que leí que fue La casa de los espíritus, hasta este. Y creo que los he leído todos... creo...

Nos encontramos aquí con tres personas que unen sus vidas un poco por casualidad: Richard Bowmaster (estadounidense), Lucía Maraz (chilena) y Evelyn Ortega (guatemalteca). Podemos decir que hay una cuarta pata en esta mesa, Kathryn Brown, pero la pobre está muerta desde el principio...

Richard es el jefe de Lucía, que es profesora visitante en la universidad. Cuando llegó, Richard le alquiló el sótano de su casa, así que viven prácticamente juntos pero tienen una relación un poco particular. En un momento dado, Richard tiene un toquecito con otro coche que, a la sazón, conduce Evelyn. El coche, lamentablemente, no es suyo, es de su jefe. Evelyn cuida de un niño con parálisis cerebral y ha cogido el coche para ir a la farmacia.... y ahí empieza la aventura...

Lo que ocurre es que, además de ser una aventura muy entretenida, durante toda la novela vamos conociendo la vida de cada uno de los personajes y qué les ha llevado al momento en el que están ahora.

Lucía nos cuenta un poco cómo es Richard desde el principio: "...pero Richard era un hombre de ánimo sombrío cuyo pesimismo natural se nutría de los rigores e inconvenientes de una casa con cinco amplias habitaciones vacías, tres baños sin usar, un ático sellado y un primer piso de techos tan altos, que se requería una escalera telescópica para cambiar las bombillas de la lámpara" Y, a lo largo de la novela vemos qué le ha ido pasando en su vida y por qué ahora es así... Su vida en Brasil, su mujer y sus hijos...

En cuanto a Lucía, me encanta cómo la describe Lena, su madre, que dice que tiene el "síndrome del árbol de Navidad": "...esa tendencia de su hija a decorar el objeto de su fantasía con virtudes inventadas. Lucía escogía un pino ordinario y lo engalanaba con chirimbolos y guirnaldas de ororpel que con el tiempo se iban cayendo hasta dejar solo el esqueleto de un árbol seco". Y también vamos viendo cuál es su historia: su madre, su hermano Enrique...

Cómo sabe jugar con las palabras para consolar y para hacer cambiar el estado de ánimo, porque tiene mucha experiencia y sabe de lo que habla: "Conocía, por haberlo experimentado al escribir y hablar sobre la suerte de su hermano Enrique, el extraño poder curativo de las palabras, de compartir el dolor y comprobar que otros también tienen su cuota: las vidas se parecen y los sentimientos son idénticos"

Evelyn procede de un pueblo de Guatemala llamado Monja Blanca del Valle (¡toma ya!) y vive desde niña envuelta en las maras, en la pobreza, la lucha por sobrevivir cuidada por una abuela maravillosa que no puede ya más... Y eso hace que tenga un concepto de la vida que me ha hecho pensar mucho: "El hombre se emborrachaba, peleaba con otro, lo humillaban en el trabajo, perdía una apuesta, en fin, cualquier causa podía provocar una golpiza a la mujer o a los niños; no era su culpa, así son los hombres y así es la ley de la vida, pensaba la muchacha". Lo curioso es que así pensaban también nuestras abuelas... Y no hace tantos años... Menos mal que parece que esto va cambiando un poquito.

También me gusta el momento "inglés para extranjeros" de Richard: "Richard le indicó a la chica en voz muy alta que podía confiar en Lucía, partiendo de la suposición de que los extranjeros entienden inglés si se les habla a gritos". ¡¡¡Me encanta!!! A todos nos ha pasado... O nos han hablado a gritos para que entendamos mejor, o han vocalizado muchísimo... Pero, vamos a ver, a mí, si me hablan en chino, ya lo pueden hacer vocalizando o chillando, que me da igual... ¡No lo voy a entender! Pero a todos nos sale de la forma más natural.

Otra cosa curiosa que siempre se ha dicho y que parece que es cierta: "...pero más serviría a sus estudiantes. Algunos eran de una ignorancia monumental, llegaban a la universidad sin poder situar Chile en un mapa y seguramente tampoco eran capaces de situar su propio país en el mundo: creían que Estados Unidos era el mundo". Esto es lo que siempre se ha dicho de los estadounidenses. Yo quiero creer que los estudiantes aquí serían todos capaces de situar Chile en un mapa (España, sí, seguro) pero no sé si me atrevo a preguntar a mis hijos... por si acaso me llevo un disgusto.

Voy a terminar enseguida, que si no, cuento todo el libro. Pero no me resisto a registrar aquí lo que Daniela, la hija de Lucía, cuenta a los enfermos del hospital en el que trataban a su madre. ¡Me ha encantado! Y los debió de dejara a todos como locos: "Les informó de que ella era de género neutral o fluido, porque no había obligación de aceptar la clasificación de hombre o mujer impuesta por los genitales, uno puede definirse como se le antoje y cambiar de opinión si más adelante otro género le queda más cómodo".

Ahora sí que voy a terminar, recomendando que se lea este libro. Es rapidísimo pero deja muchos momentos de mirar hacia el infinito y saborear una frase o un detalle o una sonrisa... Y cierro con la cita de Albert Camus con la que la autora abre y cierra el libro. Es una copia, claro, pero copiar una idea de Isabel Allende no es nada malo, ¿no?: "En medio del invierno aprendí por fin que había en mí un verano invencible"

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