viernes, 11 de septiembre de 2015

Nunca llores con los labios pintados (Gwen Macsai)

Cuando acabé el libro anterior me encontré con este y le dije a mi marido que lo iba a leer. Me dijo que el título sonaba fatal y que iba a ser un rollo... ¡y no le hice caso! ¡Craso error! ¡Vaya castañón de libro! Lo mejor: es corto...

Empieza medio bien, hablando de chicas, de amigas, de verdades inamovibles: "Debemos volvernos hacia el lugar esencial, la Meca verdadera de los locales que atraen a las mujeres de todas las clases y modelos, el fabuloso, el magnífico, el excelso lavabo de señoras, nunca elogiado como se merece, con los suficientes himnos y alabanzas".

Sí, había cosas interesantes, como por ejemplo, por qué las mujeres vamos de compras: "...desde que la primera mujer de las cavernas decidió que necesitaba una piel de leopardo y también una piel de cebra, pues algunos días se sentía a motas y otros días se sentía a rayas".

Pero el resto del libro es un tostón, de verdad. Se me ha hecho muy pesado, muy pesado... La parte de las citas (con hombre, no citas célebres) es pesadísima y luego tiene un capítulo escatológico dedicado a los cuartos de baño que es para matarla poquito a poco para que le duela.... Puffff

Eso sí, hay una parte en la que tengo que darle la razón: "De hecho, me atrevería a sugerir que el despiste es un gen masculino dominante, transmitido por el cromosoma Y".  Yo eso lo vivo todos los días con los tres que tengo en casa... ¡qué sufrida soy, por Dios!

Me ha chocado que haya una referencia a una frase de Atticus Finch: "No puedes juzgar a los demás hasta que no hayas andado una milla en sus zapatos". Sí, el Atticus Finch de Matar un ruiseñor. Toda mi vida sin haber sabido nada del libro y ahora que lo leo, me hacen una referencia en un libro que leo unas semanas después.

Los capítulos empiezan con una cita de alguien (no sé si conocido o no, la verdad). Algunas son infumables, otras se dejan leer y una merece la pena que la deje como final de la reseña de un libro pesadísimo.

Se trata de un proverbio judío que engorda un poquito nuestro ego...

"Dios no podía estar en todas partes, por eso creó a las madres"

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