sábado, 21 de julio de 2018

Bailar con la soledad (José María Rodríguez Olaizola)

Hace ya mucho tiempo que sigo a este jesuita que tiene los pies en el suelo, el corazón muy grande y una capacidad de comunicación maravillosa.

Así que, cuando me enteré en Twitter que publicaba un nuevo libro, me lo apunté para regalármelo en la Feria del Libro (es la excusa para comprar algún libro más...)

Y he descubierto un libro estupendo que tendré que releer en algún otro momento, para ir saboreando trocitos y encontrar cómo bailar con mi propia soledad. Porque, como nos dice el autor, la soledad "es una compañera de camino que, en ocasiones, nos sale al encuentro" y eso no lo vamos a poder evitar... "La soledad es una compañera de viaje que se aparece con muchos rostros y en diferentes momentos de la vida".

A mí, que ya estoy a punto de cumplir 52 años, me ha tocado el corazón cuando dice: "Es solo que descubrir el paso del tiempo en la vida es un acontecimiento solitario, que nadie puede hacer por ti"

El autor hace un repaso de muchas cosas, de muchas situaciones, y cómo nos enfrentamos a ellas, todo con un lenguaje claro y acariciador, sin paliativos, pero sin que resulte duro de leer o de asimilar.

Afronta la muerte, el matrimonio, la vida consagrada, los hijos, la oración, los hijos, la amistad... Y nos deja reflexiones muy interesantes, algunas de las que yo llamo "para imprimir": para imprimir y poner en la pared de la oficina o de la habitación para leerlas todos los días.

Me ha encantado la "tesis de la ventana de enfrente". Viene a decir que desde la ventana de enfrente todas las vidas parecen mejores. Y es una gran verdad. Yo digo muchas veces que mi marido y yo somos los únicos que no somos jefes, los únicos que tenemos hijos que suspenden, los únicos que no nos podemos permitir unas vacaciones a lo loco en el extranjero, los que tenemos el peor horario y el suelo más "cutrecillo"... Probablemente es porque somos los únicos que lo decimos, porque desde la ventana de enfrente no vemos lo que la gente nos quiere ocultar. La verdad es que me da un poco igual, todo hay que decirlo, pero hay veces que es muy significativo.

Otra cosa muy interesante es la vida en pareja, el matrimonio: "Queremos un 'felices para siempre', pero no queremos esforzarnos aquí y ahora (...) Queremos un amor de campeonato, pero no estamos dispuestos a entrenar". Me ha gustado mucho porque lo vemos cada día. Todos los que llevamos casados unos añitos (y yo ya llevo 20, que no está nada mal) sabemos que hay momentos duros, momentos más complicados, momentos en los que uno tiene que tirar y tirar porque el otro no puede, y momentos en los que hay que dejar que tiren de uno cuando ya no puedes más, dejando el orgullo (o lo que sea) en el cajón.

Esto me lleva a otra reflexión que hace el autor en relación con la parábola del hijo pródigo (de donde se puede sacar de todo). "La segunda clave que aprendemos en el relato del hijo pródigo es la de la humildad de reconocer que, a veces, hay que pedir ayuda".

Más cosas: "Por más emoticonos que inventemos, ¿cómo van a conseguir reproducir las sutilezas del lenguaje a la hora de expresar las emociones?" Yo se lo digo miles de veces a mis hijos: una carita sonriente puede ocultar cualquier problema, pero un tono de voz de un amigo a través del teléfono es inconfundible... es "la prueba del algodón". Y todos lo hacemos: mandamos el emoticono y evitamos preguntas que pueden ser molestas pero luego sentimos el vacío de poder compartir nuestra realidad.

No me puedo alargar mucho más, porque es de estos libros que te hacen pensar, y pensar, sin sufrir pero descubriendo cosas, no solo generales sino, sobre todo, tuyas propias. Algunas de ellas, de las que tienes un poquito escondidas porque no quieres verlas a menudo...

Voy a dejar una reflexión que me ha gustado mucho sobre la oración, porque me he sentido muy identificada y me ha hecho sonreír cuando lo he leído: "Y ahí está lo que para mí es la clave de la oración. Hablamos con Dios desde donde estamos (...) Pero la verdad que a veces intuimos es que estemos como estemos nosotros, Dios siempre está al otro lado de la oración".

Y cierro ya. Como siempre, me alargo mucho. Recomiendo que se lea este libro. Con pausa, con tranquilidad, con cariño... Es muy reconfortante.

"El mundo baila para quien sabe verlo"



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