jueves, 29 de marzo de 2018

La isla del fin de la suerte (Lorenzo Silva)

Después de leer el libro anterior, tenía que hacer algo para que mis neuronas volvieran a la normalidad. Las tenía, a las pobres, revolucionadas... Así que, recurrí a mi antídoto: Lorenzo Silva

Y ha resultado una muy buena elección.

Resultó que la novela en cuestión había aparecido por entregas en 2001 en la web del Círculo de Lectores (¿por qué no me entero yo de esas cosas, llevando loa años que llevo en el Círculo?...). Y, según nos cuenta el propio autor: "Cada capítulo se publicaba con 3 finales posibles. Cada una de las opciones que se facilitaban a estos efectos ,arcaba un rumbo distinto a la historia. Los lectores fueron los que decidieron con sus votos, capítulo a capítulo, por cuál de las opciones que se les ofrecía continuaría el relato". Me ha parecido fascinante y, sobre todo, un reto enorme para el autor. Ha conseguido seguir la historia por donde han querido los lectores, lo que me da la impresión de ser más que difícil.

Ah, para ponernos en situación, Lorenzo Silva se encarga de decirnos que la historia es una parodia de Diez negritos de Agatha Christie.

Me ha gustado muchísimo algo que nos cuenta el autor en relación con este tipo de novelas: "El malo en algún momento puede mentir (es quizá el primer deber del sospechoso) pero nunca mentirse, que es la forma más burda de mentirle al lector". Y es una gran verdad. No hay cosa peor que darse cuenta en un libro de que el malo (o el bueno, me da igual) es incongruente. Puede mentirle a todo el mundo (si no, no habría historia) pero sus pensamientos tienen que ser coherentes. A mí me ha pasado con muchos libros: me he dado cuenta de que el personaje se está engañando a sí mismo y, como eso es cosa del autor, ese autor ha dejado de ser válido para mí. (Soy así de bruja)

En la historia, nos encontramos con un hombre que ha logrado una gran fortuna, Bruno Pezzi, que decide invitar a unos cuantos "amigos" a pasar unas vacaciones en su isla en el Báltico (que no parece el sitio más paradisíaco del mundo pero que a él le debía gustar mucho, digo yo). Entre las personas que van a la isla, se encuentra el hijo de uno de sus primos que, además, trabajaba en una de sus empresas.

Nuestro prota, que dice ser piloto de motos acuáticas, se llamará como se llame pero nos dice desde el principio: "Llamadme Ismael", copiando a Hermann Melville en Moby Dick. He de decir que Ismael no tiene desperdicio: es un poco chuleras, vago, encantador, descarado, simpático... y, además, guaoeras (eso lo dice él, no lo digo yo). Lo tiene todo y a mí me ha encantado.

Los demás personajes son una macedonia bien mezclada. Cada uno es de su padre y de su madre y cuando se conocen se dedican a "darse cuenta los unos a los otros de lo que eran, o mejor dicho, de cuánto eran".

En un momento dado, aparece un cadáver y las cosas se complican en la isla. Se quedan sin energía eléctrica, sin teléfono y, como es un sitio de relax, no tiene cobertura... En fin que están aislados del mundo.

Deciden que hay que nombrar un líder que se haga cargo de tratar de averiguar quién ha sido el que ha cometido el crimen. Y ahí entra nuestro querido Ismael. No pienso contar cómo acaba porque hay que leerlo para pasar un rato agradabilísimo y leer una novela estupenda con unos personajes geniales y un lenguaje exquisito.

Pero sí tengo que decir que me hizo mucha gracia el hecho de tener que elegir un líder. ¿Por qué? Pues porque acababa de hacer un curso sobre Liderazgo, de esos cursos maravillosos que dan en las empresas para que Recursos Humanos tenga un poco más de contenido y se puede poner alguna medalla que otra. Creo que ha quedado claro que lo útil que me pareció el cursito, ¿verdad? Creo que habría sido más interesante que nos hubieran dicho un par de cosas que aparecen aquí en boca de Ismael y con las que sí me identifico perfectamente: "El líder suele afirmarse, precisamente, en los momentos en que a los demás los anula el miedo, la desolación o el estupor"; "Nunca me he visto como un líder ni he sentido el menor deseo de serlo, porque los líderes suelen servir para encarnar los bajos instintos del populacho, cuando ascienden, y para desahogar las culpas y las frustaciones colectivas cuando irremediablemente caen".

Siempre me pasa: me alargo demasiado... Solo quiero dejar un par de reflexiones más del libro pero tengo que recomendar otra vez que se lea. De verdad que se pasa un rato maravilloso.

Una de las reflexiones es de Ismael: "Todo el mundo tiene algo que decir cuando se trata de una nimiedad". Y la otra (la última, de verdad) es de Bruno Pezzi, y da bastante que pensar: "Lo peor que le puede ocurrir a un hombre, Ismael, es conseguir todo lo que ambicionan sus semejantes"

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