miércoles, 10 de enero de 2018

Dies irae (César Pérez Gellida)

He empezado el año apostando sobre seguro porque sabía que esta novela me iba a gustar... Es la segunda entrega de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, y estaba como loca por leerlo... Y aún me queda la tercera...

Lo malo es que no puedo contar nada, claro, porque nos queda la tercera parte y porque pasan tantas cosas que cualquiera nos puede desvelar el final, por llamarlo de alguna manera... Porque, por supuesto, queda sin terminar... ¡faltaría más!

En esta ocasión nos vamos a encontrar a Armando Lopategui, Carapocha o Cratcherlitsó, con su hija Erika en Berlgrado y a nuestro odiado amigo Augusto-Orestes Ledesma en Trieste. Así que, tendremos que mandar a Sancho para allá, a ver si puede localizar a Augusto y empezar a vivir tranquilo de nuevo. Eso supone que no vamos a ver mucho a los compañeros de Valladolid, pero sí vamos a conocer a Gracia Galo, l'ispettora capo della Squadra Mobile della Questura di Trieste y a su ayudante Pedulano.

Por cierto, la inspectora se marchó de Trieste en un momento dado antes de volver al puesto que ocupa ahora y "descubrió que los hombres eran desmesuradamente simples, que las mujeres eran demasiado complejas y que los kilómetros no acercan ni alejan de los problemas". Una gran verdad.

He de decir que no sé por dónde empezar... hay tantas cosas que me gustaría contar que estoy un poco despistadilla... ¡Qué cosas!

Eso sí, como nota informativa, me empecé a tranquilizar en la página 99 cuando leí, por fin, mi frase favorita: "¡Hay que joderse!"

Empecemos: nuestro amigo Augusto-Orestes, que "es un superdotado que sabe aprovechar al máximo su capacidad intelectual" y que presenta dos personalidades: "Augusto es el amante de las artes; Orestes, de las ciencias. Augusto es sensible; Orestes, impasible. Augusto es ímpetu; Orestes, control." Tanto Armando como Erika, que también es doctora en Psicología, tratan de entenderlo, de ir un paso por delante de él... Y se van a llevar una sorpresa... Una gran sorpresa...

Pero a mí, a veces, me encanta. Vale, sí, solo a veces... No me gusta que sea un asesino, claro, pero tiene unas cosas... Por supuesto, estoy segura de que el autor es lo que quiere. Y conmigo lo ha conseguido. Porque hay veces que piensa las mismas cosas que pienso yo... Por ejemplo, el Nolotil en ampollas: "Estoy convencido de que todos los integrantes de la plantilla de la plantilla del laboratorio que lo fabrica son absolutamente inmunes al dolor porque si tan solo uno de ellos lo hubiera probado alguna vez, ya lo estarían comercializando hasta con sabor a sandía". 

Me llama la atención con la obsesión por Ulises de James Joyce, que parece ser que también estuvo en Trieste, ¡vaya por Dios!. Y es que James Joyce era rarito y así le salían los libros, por muy grande que sea... En este libro nos cuentan que se le metió en la cabeza que Ulises tenía que publicarse por primera vez el 2 de febrero de 1922 para que fuera el dos del dos del veintidós... ¡sus cositas!

En este libro, Augusto se hace llamar Juan Pablo Castel, protagonista de El túnel de Ernesto Sábato. Es un libro que me llamó muchísimo la atención cuando lo leí por primera vez, hace ya muchos años, y que entendí un poco mejor cuando lo he vuelto a leer ya hace poco tiempo... Pero, vamos, lo curioso es qué tipo de personajes elige...

He aprendido muchísimas cosas: sobre asesinos en serie, sobre cerveza, sobre diferentes enfermedades, tacos y palabras malsonantes en idiomas eslavos (como yo no hablo mal, han pasado por mi cabeza y ya me he olvidado)...

 Y otra cosa, "...la arquitectura brutalista, una corriente que coloreó de gris hormigón el paisaje urbano de toda la Europa del este". Por circunstancias, visité Cracovia el pasado mes de septiembre. Fue una visita relámpago, eso sí, pero al leer esta frase rememoré las imágenes que vi cuando estuve allí.

¡Ah! Y resulta que el suero de la verdad no te hace decir la verdad, sino que "provocaba una liviana depresión de las funciones corticales superiores (...) no obliga a decir la verdad, sino que dificulta elaborar una mentira"

Por otro lado, qué voy a decir de Carapocha. Es genial... Tiene una frase que me ha hecho reír de verdad porque yo me lo he planteado muchas veces: "...es como tratar de encontrar explicación al hecho de que los malos siempre encerraran a MacGiver en un cuartucho repleto de herramientas." Y hay otra cosa que dice que también me ha gustado: "Todo me importaba nada"

Ya está: no cuento más. Es una novela trepidante, con momentos en los que se te encoge el corazón, con personajes maravillosos... ¡Ah, sí! no puedo dejar de nombrar a Rudi Gervigan: un guardaespaldas grande, no muy inteligente pero que me ha encantado. Y seguro que cualquiera que lo lea pensará lo mismo que yo. Habla poco, aparece poco pero se me ha quedado grabado en el corazón.

Hay muchas reflexiones que podría usar para cerrar y no me ha resultado fácil elegirla pero creo que me quedo con esta, porque es muy curiosa: "No hay mayor mentira que una verdad contada a quien no está preparado para escucharla".

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