lunes, 29 de enero de 2018

El día que se perdió el amor (Javier Castillo)

Ya leí El día que se perdió la cordura a mediados del año pasado y sabía que iba a llegar la "segunda parte". Está entrecomillado porque sí es una segunda parte pero creo que se podría leer sin haber leído la primera, la verdad. En definitiva, que en cuanto se publicó y pude localizarlo en mi aplicación de libros... ¡tachán!

Y no me ha decepcionado en absoluto. Bien es verdad que me ha sorprendido menos que la anterior porque ya tenía más claro cómo van las tramas. Pero me ha gustado mucho. Y pasa lo mismo que con el anterior: es mejor no dejar pasar mucho tiempo para terminarlo porque si uno lo ahce, termina perdiéndose y no sabiendo por dónde va.

Todo comienza cuando el 14 de diciembre de 2014 aparece una muchachita desnuda en la comisaría con una serie de tarjetas amarillentas en las que hay un nombre. "Al inspector le pareció que tenía la voz más dulce que había oído en toda su vida. Su tono era tan melodioso, la entonación tan armoniosa, y con un timbre tan perfecto que pensó que era imposible que aquella joven fuese ningún peligro"

El encargado del caso es el inspector Bowring Bowring, jefe de la Unidad de Criminología. Lo primero, sus padres tienen que hacérselo mirar... Ya son ganas de ponerle a la criatura el mismo nombre que el apellido.... Dice que eso le marcó... ¡pues claro!.

Es un hombre interesante, con unas expectativas peculiares: "Lo que él buscaba era el aburrimiento, lo perseguía de manera premeditada, pero este tenía la costumbre de huirle cada vez que trataba de alcanzarlo". Y he de decir que a mí me ha caído muy bien...

Bowring se vuelve a enfrentar a un caso en torno al que giró su vida (y que aún le atormenta), la desaparición de Katelyn Goodman. Y me llama la atención la primera gran lección que aprendió: "Si algún día estás frente a un asesino, no dejes que la justicia se encargue de él".

Nos volvemos a encontrar con Jacob Frost y con Amanda Maslow (a quien conocimos en la novela anterior con el nombre de Stella Hyden, agente del FBI). Y con Steven Maslow, su padre, que está en la cárcel de Rikers Island... Y con su madre, Kate, en un instituto psiquiátrico, ensartando abalorios en pulseras y colgándolas en la pared.

No me resisto a hablar de Estrella, una paciente del mismo psiquiátrico que acompaña a Jacob y le cuenta cosas increíbles: "Una esquizofrénica se casó con una de las voces que oía".

Pero, lo más llamativo es que nos encontramos con Carla Maslow (no pone que sea ella pero todos lo sabemos) que se encuentra en la congregación. Y eso es lo que me llama la atención, porque me lleva de nuevo a mi convicción de que los hombres necesitamos ritos y ceremonias para sobrevivir, para darnos seguridad (digo yo...). "Tantas personas unidas por un objetivo común, tantas personas que amaban la comunidad"...

El mantra de la congregación: FATUM EST SCRIPTUM (el destino está escrito). "Había personas que nacían para poner en peligro al ser humano y la congregación tenía la obligación de evitar males mayores" Así que están los Feroces, los Ocultos, los Entregados... y los Siete: "eran los miembros elegidos para llevar a cabo el objetivo final de la comunidad: asesinar a las mujeres designadas por Laura". A mí me parece impresionante...

Nos encontramos con Roeland, uno de los miembros de la congregación, que se acerca a Carla... En fin, que eso hay que leerlo. Pero le cuenta a Carla que ha estado fuera de la comunidad y ha descubierto los teléfonos móviles que se utilizan: "...para hablar con la gente que tienen lejos e ignorar a los que tienen cerca". He de admitir que me ha hecho reflexionar... y mucho.

Voy a ir cerrando ya, que me alargo, como siempre. Pero tengo que recomendar que se lea esta novela. No hay manera de desengancharse... Uno empieza y no quiere que llegue el momento de dejarlo... Lo que uno quiere es terminar pero, como con otras novelas, tampoco quiere que se termine... Y además, no es solo la trama, son los personajes y es la prosa, que es maravillosa y se lee muy bien.

Y termino con la misma reflexión con la que el autor comienza la novela: "Al final del camino descubrirás que solo dos cosas cambian tu vida: el mor, porque la mejora, y la muerte, porque la termina."

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