lunes, 9 de junio de 2014

Últimas pasiones del caballero Almafiera (Juan Eslava Galán)

Encontré este libro por casualidad en una librería y lo tenía todo para que me lo llevara conmigo a casa: todo, menos un buen precio, claro. No es que fuera muy caro, es que no me venía bien en ese momento. Así que, guardé el título en la memoria para mejor ocasión.

Pero mi marido, que es un cielo, también lo guardó en la memoria y me lo regaló por nuestro aniversario.

¡Una suerte! Es un libro estupendo: divertido, entretenido, educativo... En resumen, que es un libro que hay que leer.

Narra la batalla de las Navas de Tolosa desde que se va perfilando y se empiezan a reunir tropas, hasta que finaliza con la victoria de los reyes cristianos. Es una batalla muy curiosa porque yo, que tengo memoria de pez, siempre me he acordado de que tuvo lugar en el año 1212 (sólo me acuerdo de esta y de la batalla de
Hastings que fue en 1066... ¡soy así!)

Los protagonistas son D. Gulaberto Gahete, el caballero Almafiera y Doña Eliabel, la mal maridada... ¡qué bonito! La llama el autor "la malmaridada"... ¡me encanta! Lo cierto es que, cuando nos presentan al marido... ¡qué bien puesto está el nombre!

Y luego está Doña Ermengarda, que es la que parte el bacalao por todas partes, con los unos y con los otros, y es la que consigue que lleguen a buen puerto los amores de D. Gualberto y Dª Eliabel (se me ha pegado un poco la forma de hablar de la época...)

Todo el libro está escrito en un castellano pseudo antiguo. Digo "pseudo" porque en castellano antiguo no se entendería bien, pero sí se utiliza parte del vocabulario y las construcciones gramaticales y expresiones de la época.

Es curioso porque hace mención a algo que yo siempre he dicho: "Habéis de saber que aunque el motivo era santo, la defensa de Jesucristo y Santa María y las veraces doctrinas romanas, los cruzados hacían muchos daños y cometían muchas maldades no distinguiendo a los herejes de los buenos cristianos obedientes al papa". Para mí, está claro como el agua... Y no contentos con eso, sigue diciendo el autor: "La causa de las guerras es la codicia de los poderosos cimentada en el fanatismo de los ignorantes. Unos y otros invocan a sus dioses, pero solo los mueve la codicia, la mezquina ambición, la obsesión por rapiñar los bienes del contrario."

Habla de la relaciones entre hombres y mujeres y comenta una cosa que a mí me viene muy bien: "...los que bien conocen la ciencia mujeril saben que la dueñas chicas mejoran a las grandes en agudeza e ingenio y en que lo tienen todo más a mano".

Por otra parte, ¡hay qué ver cómo era la cúpula de Iglesia del momento! ¡Qué sacrificio!... "Así lo pensó el papa y, como vicario que era de Cristo, se impuso la cruda penitencia de no probar milhojas ni cuajada con miel el Viernes santo". Eso es una penitencia dura, sí señor. Lo demás... ¡pamplinas!

Y he aprendido una cosa muy curiosa, además de otras muchas, por supuesto: "Ya sabéis que cuando no hay apaños para embalsamarlos, es costumbre hervirlos hasta que se descarnan los huesos que los deudos reintegrarán a sus sepulturas familiares en remotas abadías, prioratos y capillas. Las entrañas y la carne desprendida se sepultan en la fosa común, bendecida por los arzobispos, con sus responsos y gorigoris como es usanza cristiana."

Hay montones de cosas interesantes que aprender y que disfrutar.Además del valor histórico de la narración, claro. Pero quiero acabar con algo muy curioso que deberían leer atentamente nuestros "mozos" del siglo XXI: "...las siete probidades del caballero, que son cabalgar, nadar, flechar, cazar pájaros con red, jugar a las tablas, narrar sucesos heroicos y componer versos." ¿Quién da más?

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