domingo, 20 de octubre de 2013

Intemperie (Jesús Carrasco)

Tengo que decir que este libro me ha sorprendido mucho.

Me da un poco de vergüenza decir por qué elegimos este como compra del bimestre en El Círculo de Lectores... Pero, vamos, la elección no se debió a una reflexión sesuda y profunda. Digamos que fue porque sí.

Poco después, me enteré de que era una de las novelas más descargadas y pensé que, como no tenía ni la menor idea de la trama de la novela, a lo mejor habíamos acertado en la elección.

Después de leerla mi marido y decirme que le había gustado, la he leído yo. Y no sé qué decir, la verdad.

No puedo decir que no me haya gustado pero tampoco puedo decir que sí. Lo que es innegable es que está maravillosamente bien escrita. Utiliza un vocabulario riquísimo con palabras fantásticas que muchas veces se echan de menos en cualquier novela... Pasa por el diccionario utuilizando las cosas más variopintas y utilizándolas estupendamente bien.

Es una novela atemporal. En ningún momento de la novela podemos situarnos en un momento concreto de la historia. Entiendo que es uno de los objetivos del autor para plantear algo al margen de toda circunstancia histórica.

Tampoco conocemos los nombres de los personajes principales... En ningún momento nos resulta necesario.

Pero es una novela muy dura, mucho. No creo que pueda dejar indiferente a nadie que la lea. En mi caso, no creo haberla leído en el mejor momento de mi semana, con lo que me ha resultado quizá más difícil. Pero hay momentos en los que uno cierra los ojos para no seguir leyendo y se estremece en el vagón del metro. (De todas formas, yo creo que debo de ser un espectáculo en el metro: unas veces me río, otras suspiro, otras se me saltan las lágrimas...)

Hay una frase que me ha llamado la atención y que creo que nos puede dar una idea de cómo es esta novela: "... el hambre venció al dolor, como habría de ser ya para siempre."

Dos protagonistas fundamentales: el niño y el cabrero. Un niño que sufre pero que no inspira ternura, aunque sí pena; y un cabrero extraño, que lee cada uno de los momentos de la historia y que parece que forma parte del paisaje. Nadie sabe de dónde viene ni adónde va.

Y, sobre todo, la llanura. Es el centro de la novela. El autor nos la hace ver tan inmensa, tan seca, tan inhóspita y dura que cualquier cosa que no es llanura es casi un refugio.

Aparecen en un momento dado los olivos. Son unos árboles que me parecen estupendos: dan mucho y piden poco. El autor los define de una forma, a mi modo de ver, sublime: "Hatajo de soldados de vuelta del frente. Heridos, pero en marcha. En una marcha que duraba ya tatno que  dar fe del avance. No eran testigos del paso del tiempo, sino que era el tiempo quien els debía a ellos su naturaleza."

Ayer, cuando me quedaban escasas 10 páginas para acabar el libro, leí que era uno de los más leídos estos últimos días y que ya ha sido traducido a no sé cuántos idiomas. Y, la verdad, me sorprende. No porque el libro no lo merezca, para nada, sino porque no me parece un libro fácil y cómodo de leer que sea la elección habitual.

Es un libro que a mí, personalmente, me ha resultado inquietante. Muy fácil de leer en el sentido de que es muy rápido y muy cómodo de seguir pero que no es nada fácil de asimilar y deja una sensación de desasosiego que te hace sentir incómodo.

Desde luego, no es un libro "de playa". Y quizá tenga que volver a leerlo en otro momento en el que esté más tranquila y lo pueda saborear mejor.

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