viernes, 22 de marzo de 2013

La leyenda del ladrón (Juan Gómez Jurado)

Una situación recurrente: tengo que elegir un libro del Círculo de Lectores, no lo he pensado con tiempo y elijo algo que me llama la atención sin saber muy bien por qué. No siempre acierto, claro, pero esta vez SÍ (con mayúsculas)

¡Qué bien me lo he pasado leyéndolo! Yo ya había leído algo de este autor y me había gustado. Por eso quise probar de nuevo. Además, este libro es en papel... y gordito, de los buenos. Cierto es que el Círculo tiene ediciones cómodas de leer que no pesan demasiado porque 661 páginas dan para muchos dolores de espalda en el bolso...

La novela se desarrolla fundamentalmente en la Sevilla de finales del siglo XVI. El prota, Sancho de Écija, es estupendo desde el principio hasta el final. Es una novela pseudo-picaresca, con toques históricos, literarios, de aventuras y, por supuesto, con su toquecito "rosa" porque la chica, Clara del Caribe, no podía faltar. Ni que decir tiene que la chica también es estupenda y rompe todos los moldes, en todos los sentidos.

Lo más curioso de la novela es que aparecen juntos Cervantes y Shakespeare. Yo sí sabía que Cervantes había trabajado como comisario de abastos pero no tenía ni idea de que Shakespeare había desaparecido del mapa durante esos años y cuando volvió fue cuando se puso a escribir. El autor lo sitúa en Sevilla y le da muy buen resultado...

Se lanzan muchos guiños el uno al otro y da a entender que fue Cervantes el que le contó la leyenda de Hamlet. También aparece algún pasaje de la historia de Sancho que está en el Quijote, como dándonos a entender que Cervantes se inspiró en ellos para su obra... Muy chulo y muy bien ligado.

Hay muchos personajes fantásticos. El amigo de Sancho, Josué, a quien conoce en galeras y que no habla porque le han cortado la lengua, es más que genial. Aprenden una forma de comunicarse los dos pero lo que el autor da a entender de sus miradas y sus expresiones, vale más que todo lo que quiere decir. Desde luego aquí el autor lo borda porque es capaz de hacernos ver las sonrisas, los ojos, las manos de Josué y lo que quiere decir con todas esas formas de expresarse que, muchas veces, valen más que muchas palabras.

La verdad es que he tomado pocas notas de este libro. Y no creo que sea porque hay pocas cosas curiosas sino porque es tan trepidante que había que seguir leyendo y leyendo por ver qué pasaba.

Hay cosas divertidas como la diferencia entre implicarse y participar: "En un plato de huevos fritos con chorizo, la gallina participa. El cerdo se implica". Es una frase del ciego Zacarías, que, dicho sea de paso, no me cae nada bien.

Y cosas muy curiosas: "Los más pobres incluso devoraban las huevas de los esturiones, un alimento que repugnaba a los sevillanos y que normalmente se echaba a los cerdos". He de decir que a mí el caviar no me gusta, sea bueno o sea sucedáneo. Si lo tengo que comer, lo como, claro, pero no es santo de mi devoción. Yo nací para princesa, eso sí, pero no para comer caviar: el champán, mejor con fresas...

Por supuesto, hay cosas para reflexionar. En realidad, muchas. Los pensamientos de Josué son muy interesantes y el maestro Dreyer también tiene cosas interesantes que decir: "Y es que lo más difícil que hay es perdonarse a uno mismo".

No puedo dejar de mencionar al enano Bartolo. Es un ladrón, pícaro, tahúr, perdedor, luchador... Un poco de todo pero, desde luego, digan lo que digan es una buena persona, tanto que hace mella en Sancho y convierte su venganza en el objetivo de su vida.

En definitiva, otro libro muy recomendable, para pasar un rato muy entretenido (un rato largo, eso sí) y aprender muchas cosas de la vida y la sociedad de finales del siglo XVI. Francamente interesante.

Para acabar, voy a dejar un trocito del último acto de La tempestad de Shakespeare, que incluye el autor como parte de su nota final: "Somos de la misma materia que los sueños, y nuestra  breve vida culmina en un dormir". ¿A que suena bien?

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