martes, 19 de marzo de 2013

El testigo invisible (Carmen Posadas)

Ya he contado alguna vez que, por no sé muy bien qué razones, los Romanov me caen bien. Vaya, no todos, sino los últimos, es decir, la familia del zar Nicolás II, su mujer, sus hijas, el zarevich...

Claro, hace poco escuché una entrevista que hicieron a Carmen Posadas hablando es este nuevo libro que ha sacado hace poquito, y... ¿qué podía pasarme en ese caso? Pues que me tuve que proponer leerlo... ¡estaba mascado!

Leer este libro es un auténtico placer. Es una historia narrada por Leonid Sednev que, históricamente fue el único superviviente de la matanza que se produjo aquella noche en que desapareció el último zar. No se sabe si este hombre fue atrapado en alguna de las purgas de Stalin o se fue a Sudamérica. Carmen Posadas ha elegido esta opción y le sitúa muy mayor ya y muy enfermo en Uruguay, contando todo lo que él recuerda de su vida con los zares. Y lo cuenta cuando ya es muy mayor porque "...los grandes secretos son como los hechizos, se desvanecen en cuanto uno los cuenta".

Se aprende muchísimo de esa época, de cómo se funcionaba a grandes niveles. Por ejemplo, las grandes familias rusas mandaban la ropa sucia a París o a Londres porque "...no hay nada en el mundo como una buena laundry inglesa o una blanchisserie parisina". También he aprendido que lo chic es comer la mousse de chocolate con tenedor... ¡qué cosas!

Leonid Sednev comenzó como water boy: eran chavalines que vivían prácticamente en las chimeneas para tenerlas perfectamente limpias y que la calefacción de las habitaciones funcionara correctamente. Después pasó a las cocinas y, durante la guerra, ayudó en los hospitales improvisados. Eso le dio opción a conocer perfectamente al zar, la zarina, las grandes duquesas (enamorándose de alguna de ellas) y jugar con el zarévich. Como cosa curiosa, la zarina iba en silla de ruedas por el palacio porque siempre estaba cansada.

¡Ah! Y los familiares se escribían cartas todos los días aun viéndose constantemente. Eso tiene que ser porque no tenían mucho que hacer porque si yo tuviera que escribir cartas a mis hijos, no podría hablar con ellos (y ellos tampoco las leerían, claro,... ¡qué cansancio!).

Y también presenta a Rasputín en muchos aspectos desconocidos. Este es un personaje curioso y muy sorprendente, muy controvertido... Y estos días les ha dado en M80 por poner a Boney M cantando eso de "Ra-ra-rasputín lover of the Russian queen..." En principio, parece que para nada fueron amantes, aunque Rasputín se liaba con toda la que se le pusiera por delante... Y la zarina creía realmente que era una persona piadosa, una especie de profeta y creía a pies juntillas en lo que él le decía. Eso sí, por lo visto, cochinón era un rato: "Se jactaba de no cambiarse de ropa. Dormía con ella puesta y se levantaba sin toamrse la molestia de lavarse siquiera la cara". Y, para saciar la curiosidad de muchos, nos comentan que "...tenía 3 talentos poco comunes. El primero era una descomunal verga de 30 cm en reposo; el segundo, un don para la profecía, y el último, un gran magnetismo personal". Por lo visto, el problema de poder conocer en profundidad a Rasputín radica en que era capaz de lo mejor y de lo peor y eso da muchos problemas para poder profundizar en la personalidad de alguien.

Hay un personaje estupendo, que es Iuri, un enano que trabaja como water boy y es hijo de algún gran señor aunque él nunca lo dice (si es que lo sabe). Es fantástico pero algunas veces, habla con una amargura tan tremenda que casi consigue que se nos salten las lágrimas: "El que no ama, no llora. Mejor estar solo. Al fin y al cabo, ¿qué es la soledad? Solo un modo un poco más feo de decir libertad". Es una pena llegar a pensar así.

Me ha encantado el reino de OTMA: es el nombre que daban las grandes duquesas a sus habitaciones. Y se llamaba así por sus iniciales: Olga, Tatiana, María y Anastasia.

En fin, con este libro podría seguir y seguir porque hay miles de cosas que comentar. La tía del narrador es genial y le escribe una carta que podría ser el paradigma de la ironía y los dobles sentidos. Además, está enamorada de Mr. Cummings que parece ser que fue en quien se inspiró Ian Fleming para comenzar sus historias de James Bond (si es que el mundo es un pañuelo...)

Pero, con todo el dolor de mi corazón, tengo que cerrar ya porque si no reescribiría el libro en otro orden...
Es para leerlo con tranqulidad y más que disfrutarlo, degustarlo. Fantástico.

Eso sí, para acabar quiero dejar una cita que me ha llamado la atención y me ha hecho reflexionar un poco, sobre todo viendo en la situación en que estamos todos últimamente: "Cuando el presente parece incomprensible o incluso grotesco, no hay más que mirar al pasado para que deje de serlo".

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