jueves, 17 de enero de 2013

Magnicidios de la historia (Pedro González-Trevijano)

Otro de mis caprichos. Escuché al autor en la radio, tenía un boli y un papel a mano, tomé nota del título y... se lo pedí a los Reyes. Claro, como he debido de ser muy buena, me lo trajeron.

Es un libro realmente interesante. Analiza 10 magnicidios que el autor considera relevantes: César, Marat, Lincoln, Francisco Fernando de Austria, Nicolás II, Trostky, Gandhi, Kennedy, Carrero Blanco y Aldo Moro.

A mí siempre me ha llamado la atención qué lleva a una persona a cometer un magnicidio. En alguno de estos casos, se ha hablado de conspiraciones y cosas extrañas. En otros casos se ha tratado del terrorismo pero... ¿qué tendrán que ganar los que comenten estos asesinatos? (Bueno, en general, los que comenten cualquier asesianto...). Lo que sí es cierto, siempre lo he dicho, es que se puede matar a cualquiera, siempre que se esté dispuesto a morir. Y en este libro, reproducen la frase de Kennedy: "Si alguien es lo suficientemente loco para querer matar al presidente de los Estados Unidos, puede hacerlo. Solo debe estar preparado para entregar también su vida".

El libro, además, es el sueño de cualquier persona a la que, como a mí, le gusten las citas célebres. Está repleto, con lo que mi colección se ha visto ampliada en unas cuantas. (Sí, colecciono citas célebres, como otros coleccionan monedas, servilletas de papel o sellos).

Por otro lado, es encomiable la labor de documentación del autor. Si ha visto todas las películas a las que hace referencia y se ha leído todos los libros que comenta, es un auténtico monstruo. Y, con todo esto, consigue un libro ameno, con historias muy bien contadas y verdaderamente ilustrativo.

De los diez personjes, Marat y Trostky no me caen bien, Francisco Fernando de Austria, César y Lincoln me resultan indiferentes y Nicolás II, no sé por qué, me resulta entrañable. En relación con César, Goldsworthy decía de él: "Toda la carrera de César estuvo basada en tratar de ganar amigos, antes que en destruir enemigos". Eso es algo, a mi modo de ver, estupendo, pero parece que te puede llevar a la tumba más pronto que tarde.

Kennedy me encanta y Gandhi, mucho más. Hay una frase suya que no es ni la mejor, ni la más conocida, ni la más profunda, ni la más nada, pero a mí me gusta muchísimo: "Ojo por ojo es una idea que deja ciego al mundo".
Leyendo el capítulo de Kennedy, con todo lo interesante que es, al leer "Así pues, compatriota: no preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país" me he acordado de la peli Grease II cuando se meten en el refugio nuclear... ¡pero qué simple soy!

Me quedan Carrero Blanco y Aldo Moro. Estos dos no me despiertan ningún sentimiento especial pero recuerdo los días de sus muertes. No sé cuántas veces vi la imagen del coche de Carrero Blanco en el patio del convento. Yo tenía 7 años y la tele era en blanco y negro, pero me acuerdo. Y también recuerdo el momento en que se encontró el cuerpo de Aldo Moro en el maletero de un coche. Para entonces ya era un poquito mayor (iba a cumplir 12 años) y tengo recuerdos de las noticias del secuestro y de que mis padres estaban entonces en Roma (ya contaré en otro momento las tragedias de llevaban en los viajes de la empresa, porque es un tema para reflexionar despacio). Lo que no sabía es que Pablo VI, gran amigo de Aldo Moro, propuso a los secuestradores cambairse por él...

Termino ya, pero, puesto que aparece en el libro, tengo que citar a Oscar Wilde, con la gran ironía de la que siempre hace gala: "Al final, un hombre justo es un fastidio para todo el mundo".

No hay comentarios:

Publicar un comentario