lunes, 15 de octubre de 2012

Un escándalo en Bohemia (Arthur Conan Doyle)

Después de leer un libro tan serio como Antes que nadie y para pasar al siguiente, se necesita, como en las bodas, un sorbete de limón al cava para cambiar el sabor... Para eso lo mejor, Sherlock Homes, no hay duda. Es uno de mis personajes favoritos de la literatura. Por muchas veces que lea cada uno de sus casos, los disfruto enormemente.

Y, claro, éste no iba a ser menos...

Sherlock Holmes es un personaje absolutamente maravilloso, y no sólo porque yo tenga debilidad por los detectives, no. Por supuesto, tiene algún punto débil, como todos, lo que le hace un poco más humano. Es machista, bastante machista y su mayor debilidad es que es cocainómano.

Pero se le puede perdonar todo cuando se puede decir de él: "Todas las emociones, y ésa particularmente (el amor), son opuestas a su mente fría, precisa, pero admirablemente equilibrada", "Es la máquina de observación y razonamiento más perfecta que el mundo ha visto..."

Ya nos dice el Dr. Watson que el amor era su asigantura pendiente, pero es en esta historia en la que conoce a Irene Adler, probablemente la única mujer que a él le resulta admirable y por la que, si no la hubiera conocido casándose con otro, podría haber sentido algo.

Es uno de los casos cortos de Sherlock Holmes que resulta, como siempre, muy agradable de leer y hace pasar un rato estupendo.

Lo mejor de este hombre es que, por muchas veces que lo vea en cine o en televisión, nunca reúne las características que yo le atribuyo cuando lo leo. Por eso me gusta tantísimo.

Pero, sobre todo, lo más interesante es que en ningún momento dice eso de "elemental, mi querido Watson". ¿A qué guionista se le habrá ocurrido?

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