sábado, 12 de octubre de 2019

Cómo no ser una drama mamá (Amaya Ascunce)

Voy muy mal, pero voy... No me da tiempo a nada, así que llevo muchísimo retraso con las reseñas, pero avanzamos poco a poco...

Este libro lo he elegido porque mi amiga Estel me recomendó a la autora. Ella la había escuchado en la radio y descubrí que tenía un blog que había sido el que había generado el libro.

Me lo he pasado muy bien, la verdad. Ella ha ido escribiendo reseñas de las cositas que tienen las drama mamás (o de las mamás, simplemente) y además, incluye comentario de las personas que lo leen. Y es cierto que una se siente muy identificada... y no solo como hija, también como madre.

He de decir, que mi madre no es una drama mamá y yo creo que tampoco lo soy, pero hay muchas de las cosas que aparecen en el libro que han formado parte de mi infancia.

Una de las cosas que me ha hecho sonreír es eso de: "Dejad de pensar eso de 'Yo nunca seré como mi madre'". Hay que asumir que cuando seas madre, serás como la tuya, sí o sí... Y a tus hijos les dirás las cosas que siempre te prometiste que no les dirías. Y lo sé por experiencia personal: muchas veces me escucho y me entra la risa floja porque parece que estoy oyendo a mi madre. Por supuesto, la frase estrella es "Porque lo digo yo y punto". Que nadie piense que va a ponerse a razonar con adolescentes durante horas porque no va a ser así. Después de varias respuestas insoportables, sale a relucir la frasecita de marras y se acaba la tontería.

Otra cosa con la que me identifico plenamente: "Mi vida está llena de por-si-acasos. En mi bolso suelo llevar unos cinco o seis". Mi bolso es así, llevo agua oxigenada, unos guantes de látex, un mechero (jamás he fumado),... Eso sí, hace poco me pidió una compañera un metro y de eso no tenía... un disgusto muy grande.

Hay varias cosas que han marcado una generación: la frase "Tómate el zumo que se le van las vitaminas" que yo veo un vaso más de 1 minuto y me dan sudores; y eso de "hay que guardar dos horas de digestión antes de meterse en el agua", que nos hacía levantarnos tempranísimo para poder meternos en el agua en cuanto llegábamos a la playa.

La autora reconoce, como yo, que las madres tienen un lenguaje especial que solo entendemos los hijos: "Trae aquello que está allí, al lado de lo otro" y tú vas... y se lo das. Lo he dicho toda la vida, eso solo lo consigue una madre.

Si mi hermana leyera el libro, seguro que echaría unas risas con el capítulo de la crema Andina... ¡qué recuerdos!

Uy, me ha hecho mucha ilusión leer que en su segundo campamento, con 10 años, tenía el número 112... Yo tuve ese número en mi primer campamento, con 8 años, en Miraflores. Toda la ropa llevaba el dichoso numerito... ¡qué recuerdos!

Un buen consejo: "Jamás hay que hacer caso a una madre cuando te dice 'Haz lo que quieras'"... Y eso de "...te cuento hasta 3... que todavía no hay un niño vivo que haya oído decir a su madre 'tres'"

Cierro ya. De verdad que es muy agradable de leer, yo lo he pasado muy bien y cierro con un pensamiento de la autora que me parece muy recomendable :"No hay nada en la vida de lo que no te debas reír, ni siquiera de tu madre".

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