martes, 3 de diciembre de 2013

La encuadernadora de libros prohibidos (Belinda Sterling)

Cierto: no siempre un libro con un título interesante resulta ser un libro que merezca la pena. Y, cuando uno elige los libros por los títulos, pasa lo que pasa.

Este me llamó la atención porque era un título fascinante, así que lo he leído. Pero... me ha defraudado un poco, la verdad.

No cabe duda de que el tema es interesante. Nos narra la historia de una mujer, Dora Damage a mediados del siglo XIX. Esta muchacha es la esposa de un encuadernador que sufre de reuma-artritis-artrosis (si fuera médico podría decirlo por los síntomas, pero como no lo soy...) en las manos y no puede trabajar. Como tienen una hija pequeña (que, a la sazón, sufre de epilepsia), tiene que buscarse la vida y decide continuar el negocio de su marido.

Ahí viene la emoción porque empieza a encuadernar libros de pornografía para una sociedad de caballeros ilustres. Es muy buena en su trabajo pero pasa por muchos problemas porque el trabajo que realiza tiene que ser secreto.

La trama está muy bien pero luego aparece también el tema de la esclavitud que está tratado de una manera tan rápida y tan de refilón que da la sensación de sobrar en la novela. Y las amenazas que tiene la pobre son muy duras pero están muy mal hiladas (o eso me parece a mí, claro). También toca el tema del racismo pero también muy de pasada y muy forzado... también me sobra. Y quiere pasar por la homosexualidad pero eso ya sí que es como un leve soplo sobre toda la novela.

En realidad es una novela de unas 450 páginas y a mí me han sobrado 300... y no quiero ser mala, de verdad. Se puede leer pero se hace bastante pesada y me he perdido en algunos momentos.

Pero tiene algunas cosas interesantes. Hay un párrafo muy interesante que no me puedo resistir a transcribir aquí, aunque es un poco largo: "Antes de nacer, san Bartolomé, el santo patrono de los encuadernadores, ofrece a neustras almas la posibilidad de elegir entre dos libros: uno está encuadernado en el más suave cuero dorado y magistralmente decorado en oro; el otro tiene una encuadernación lisa de piel de cabra sin teñir, como recién salida de la curtiduría. si el alma elige el primero, al ingresar en nuestro mundo, lo abrirá para descubrir que en sus páginas ya está escrito un destino inevitable que deberá seguirse al pie de la letra. Al morir, el libro se habrá deteriorado tanto a causa de su constante lectura que el cuero estará resquebrajado y el texto será ilegible. En el segundo libro las páginas comienzan en blanco, esperando ser escritas con una vida de libre albedrío que respete la inspiración personal y la gracia divina. Y a medida que avanza el destino del alma, el libro adquiere más y más elegancia, hasta que su encuadernación supera las que se podrían haber hecho con cuero, tela o papel en los mejotres talleres de París o Ginebra y adquirir el derecho de integrar la biblioteca del conocimiento humano". A mí me ha encantado...

La protagonista hace también un comentario que viene muy bien para estas fechas y que tengo que escribir aquí porque también me ha hecho reflexionar: "Estamos obligados a ser felices en Navidad, sea o no cierto". Es una gran verdad: parece que tantas luces, tantas comidas, tantos... de todo, nos obligan a ser felices aunque por dentro no haya felicidad de ningún tipo.

Lucinda, la hija de Dora, hace el epílogo del libro ya que, supuestamente, lo escribió su madre. Y hace otra reflexión de la que quiero dejar constancia: "La realidad es que, por comodidad, noa aferramos a nuestros demonios. Los necesitamos para reconfortarnos ante los peores demonios de los demás en un mundo extraño e impredecible".

No me alargo más porque me está quedando una reseña larguísima de un libro que no me ha conseguido enganchar en ningún momento, salvo en las primeras páginas. Pero quiero cerrar con una cita de Ovidio que me ha gustado mucho. La saca a colación Din, el empleado de color que tiene Dora en su negocio de encuadernación. "Sufre y resiste, porque algún día tu dolor te será beneficioso".

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