domingo, 3 de abril de 2016

Hombres buenos (Arturo Pérez Reverte)

Este sí que me ha gustado, y mucho, muchísimo. Lo digo ahora por si luego se me olvida...

El autor me gusta mucho, con lo que ya llevaba una parte ganada. Pero mi hermana, que lo leyó antes, estaba rezongando porque dice que sus libros siempre acaban mal... Así que, cuando ella lo acabó y me dijo que esta vez acababa muy bien, me quedé más tranquila. Con lo de acabar bien o mal, no se refiere a que se casen o no, por supuesto, sino a que el final sea inverosímil y parezca un parche o sea un final coherente (aunque pueda ser sorprendente)

Como resumen, los académicos Hermógenes Molina (63 años y encantador) y Pedro Zárate (edad no confesada y más encantador aún) viajan a París a buscar la Encyclopédie, ou dictionnaire raisonné des sciences. Quieren que el libro forme parte de la biblioteca de la Real Academia Española porque consideran que es fundamental.

Como no todos están de acuerdo con eso, aunque se vota por mayoría, hay otros dos académicos, Manuel Higueruela y Manuel Sánchez Terán, incompatibles en ideas y proyectos, que aúnan fuerzas en esta ocasión para que no puedan llevar a buen puerto su misión.

Una de las cosas más curiosas de este libro es que el autor combina las aventuras de los académicos con sus propios esfuerzos para escribir la novela. A mí esto me hace sentirme mucho más cercana al libro y, sobre todo, me hace darme cuenta de por qué yo no escribo el libro que es la ilusión de mi vida: nunca podré hacer lo que Pérez Reverte (vale, tampoco sé escribir tan maravillosamente bien como él).

Toda la novela nos relata los problemas que tienen que afrontar nuestros protas para conseguir la Enciclopedia. Hacen un viaje genial, nos descubren París maravillosamente: las diferencias de clases, los problemas de los más pobres y la indiferencia y el bien vivir de los más ricos, la cultura y la renovación de la ciencia... Estamos en el último cuarto del siglo XVIII y la Revolución Francesa está tomando cuerpo a marchas forzadas.

Nuestros protagonistas ven la enorme diferencia que hay entre la sociedad francesa y la española y algunas veces llegan a escandalizarse a pesar de sus mentes abiertas.

Aparecen algunos personajes curiosísimos, como Salas Bringas. Esta criatura es el que les ponen a su disposición para que les ayude a buscar la Enciclopedia y a desenvolverse por París. Pero, vamos, peculiar es poco... A mí no me cae nada bien, eso cierto, pero tiene su puntito...

Y luego está Pascual Raposo. A este muchacho le mandan los opositores a la Enciclopiedia para que haga todo lo posible para que no lleguen los libros a Madrid. Sí, lo sé, es el malo de la peli pero yo le cogido cariño...soy así. Y, además, creo que no es malo del todo... En un momento dado se dice sobre él: "Sobre él gravita la noche que añade sombras extrañas a la noche misma". Es impresionante....

En cuanto a los académicos, tengo que decir que me encantan tanto Don Hermes como Don Pedro... ¡geniales!. Sus conversaciones son increíbles. Don Hermes es mucho más transparente, más entrañable, con una fe firme... Y Don Pedro es más culto, más frío (al menos de cara a la galería) y, si no ateo, sí escéptico... A mí me ha encantado.

Además, era brigadier de la Armada y había navegado con Jorge Juan... Curioso, porque mi hijo tuvo que hacer un trabajo sobre un viajero famoso y nosotros elegimos Jorge Juan para salirnos un poco de los Livingston, Marco Polo... Y fue un personaje que me gustó mucho y que me sorprendió muchísimo.

Y nos dice en un momento dado algo que me ha hecho reflexionar: "Todo lo vivido aprovecha, de uan forma u otra. Exccepto para los fanáticos y los imbéciles".

Podría seguir alargándome con la reseña pero sería enrollarme demasiado. Eso sí, recomendar el libro para aprender mucho, pasar un rato magnífico y leer un lenguaje fantástico, que el autor, además de otras muchas cosas, sabe escribir como los ángeles.

Y, para terminar, un párrafo del discurso preliminar de la Enciclopedia: "Son los hombres imspirados los que iluminan al pueblo, y los fanáticos quienes lo extravían. Pero el freno que debe oponerse a los excesos de estos últimos no debe, en absoluto, coartar la libertad tan necesaria a la verdadera Foilosofía."

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