sábado, 15 de junio de 2019

La maestra de títeres (Carmen Posadas)

Siempre me ha gustado la forma de escribir de la autora, así que, cuando tuve la posibilidad de leer este libro, me pareció una buena idea. Y acerté, por supuesto que acerté.

Nos narra la autora la vida de "la Calanda", Beatriz Calanda. He de decir que, en un primer momento, pensé que era un personaje real y traté de averiguar quién era... hasta que me di cuenta de que no, que es un personaje de ficción, salido de la imaginación de la autora. Eso sí, dicen las malas lenguas que está basado en algún personaje real del mundo rosa... ¡ahí lo dejo!

Vamos a ir recorriendo su vida partiendo desde el momento actual, en el que está casada con Arturo Guerra, su cuarto marido, para ir descubriendo cómo ha ido llegando hasta esta situación. Conocemos a sus cuatro hijas, una de cada marido: Tiffany, Alma, Herminia y Gadea, con la teoría de Arturo Guerra "según la cual cada una de las hijas de su mujer acababa teniendo rasgos de carácter en común con el padrastro con el que se criaba"

Arturo Guerra es un personaje que me ha gustado mucho. Es un hombre de números... y nos deja un pensamiento que tengo que traer aquí: "... la vida, más que una ecuación, es una ruleta y, por tanto, un artilugio matemático y caprichoso a la vez. Uno de reglas tan simples que cualquiera puede jugar, pero en el que solo algunos afortunados aciertan plenos"

Lo que todo el mundo conocía de nuestra prota es que "Beatriz Calanda y Pérez Rapia porcedía de una acomodada familia madrileña pero residente durante años en Inglaterra donde su padre, Julián, trabajaba en un banco londinense". La realidad es un poco diferente, la verdad pero, como decía siempre a sus hijas: "La verdad no interesa a nadie". Y también decía "Así fue como aprendí que la verdad no existe, la verdad se fabrica y precisamente a eso me dedico desde aquel entonces; es tan divertido como útil". Esta reflexión merece que le demos una vuelta... ¡cuántas verdades se fabrican y nosotros las consideramos reales!

Vamos a conocer la sociedad española de la posguerra, que nos presentará la madre de Beatriz, Ina. Es otra persona con una vida muy peculiar, desde el momento en que es rescatada, siendo niña, del negocio en el que se dedicada a maquillar cadáveres. Lorenzo Pérez, conocido como Encho y su mujer, Perlita, la traerán a España y la criarán como una niña bien.

Un personaje maravilloso de la novela es Juan Pablo Yáñez de Hinojosa, el hombre que recibe a los Pérez cuando vuelven a España y que los ayuda a instalarse y adaptarse a su nueva vida. Termina siendo el secretario-consejero de Lorenzo y un gran amigo de la familia. En él vemos cómo va evolucionando el pensamiento de los españoles para mantenerse siempre a flote. Es francamente interesante.

Van a ir apareciendo en el libro Ramón Areces y Pepín Fernández, Francisco Ibáñez, ("... un muchacho con mucho talento, ahora no le conoce ni el Tato, pero dará que hablar, ya lo verás"), José Monge, ("Por el momento, pocos saben quién es José Monge, ese monstruo del cante al que llaman Camarón de la Isla, pero dale tiempo al tiempo") o Paco de Lucía ("Lo raro en Paco de Lucía no es su nombre, sino la forma tan poco ortodoxa que tiene de tocar la guitarra").

También nos damos cuenta del papel de la mujer en la sociedad... "Hay que ver - le decían a Santi sus amigos - lo bien que queda tu mujer la pongas donde la pongas". Y la cosa es que entonces eso era lo que se pensaba y ni siquiera a las mujeres les parecía mal... También nos cuenta el libro que hasta 1963 "según el Código Penal, un marido que sorprendiera a su legítima en flagrante adulterio y la matase para salvaguardar su honor, quedaba impune"

Es una novela muy entretenida, con personajes estupendos y con un poco de todo... para pasarlo realmente bien.

Cierro, como siempre, con un pensamiento que me ha resultado curioso: "Qué difícil es juzgar a nadie (...) A diferencia de las novelas en las que uno sabe enseguida quiénes son buenos o malos, en la vida te equivocas todo el tiempo"... Quizá por eso sea tan estupendo enfrascarse en una novela y olvidarse del mundo.

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