viernes, 23 de junio de 2017

Deseo de chocolate (Care Santos)

Es más que evidente que elegí este libro por su título... ¿A quién no le gusta el chocolate? Y las gordis nos tenemos que quedar solo con el "deseo"· de chocolate... Así que, parecía que este era mi producto sí o sí.

Es un libro muy entretenido, sí, señor. Se pasa un muy buen rato y... parece que todo el tiempo va oliendo a chocolate, desde que se empieza la novela hasta que se termina.

En realidad, lo que cuenta es la historia de una chocolatera de porcelana con la inscripción "je sius à madame Adélaide de France". Comienza en nuestra época y se va remontando a distintos episodios y aventuras que nos llevan a conocer mejor a nuestra chocolatera y al chocolate.

Mme. Adélaide nació en 1732 y murió en 1800 y fue la sexta hija de Luis XV y María Leszcynska. Fue tataranieta de Mª Teresa de Austria. Lo cierto es que esta mujer no tiene un gran peso en la novela si obviamos que fue quien encargó la chocolatera...

Vamos aprendiendo muchas cosas, como que fue Ana de Austria la que llevó el chocolate a Francia y nos hablan de las monjas de un convento junto al río Piedra: "Fue a ellas a quienes se les ocurrió mezclarlo con azúcar. Para que después digan que las órdenes religiosas no sirven para nada". Y eso ya nos lo habían contado a mi marido, a mis hijos y a mí en una visita al Monasterio de Piedra. Lo que nos dijeron es que fue un error y añadieron azúcar cuando querían echar sal... ¡Qué cosas!

Otra parte de la historia transcurre en el siglo XIX cuando conocemos a Aurora y a Horacio (el Dr. Volpi), Una historia curiosa la de Aurora, portadora de nuestra chocolatera. Y Horacio, un hombre interesante que hace una reflexión para enmarcar: "La sencillez y la verdad son los principios de la belleza"

Y es también curiosa la parte de la historia que se desarrolla en nuestra época, con Max Frey, su esposa Sara Rovira y Oriol Pairot, íntimo amigo de ambos.

Max es químico y Sara es la heredera de Casa Rovira una de las mejores chocolaterías de Barcelona. Se conocen ellos dos y Oriol de técnicas para chocolateros (¡qué pasada!). Y tienen un profe que me ha caído de maravilla porque piensa: "Enseñar a quien quiere aprender es un privilegio"... ¡qué frase tan maravillosa!

Max me encanta, sin más... No puedo decir otra cosa... Y Oriol es un personaje más que peculiar, competitivo hasta la saciedad y que tiene (para mí) el mérito de desarrollar un pastel de chocolate que se huele y no se ingiere... ¡y hay gente que paga por oler, madre mía!

También he aprendido que "el consumo de chocolate es uno de los indicadores del nivel de vida de un país" Eso está bien, podemos ponernos todos a comer todo lo que nos apetezca y subimos el nivel de vida hasta el infinito...

Voy a ir cerrando ya esta reseña de un libro tranquilo, agradable y entretenido de leer que es francamente recomendable.

Esta vez, voy a cerrar con un pensamiento de Mme. Adélaide, ya que me ha caído fenomenal: Ya sabéis lo que dicen: el deseo de chocolate no debe postergarse ni reprimirse. Hay que saber cuándo conviene caer en la tentación".

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