domingo, 5 de agosto de 2018

El arte de matar dragones (Ignacio del Valle)

Cuando decidí leer este libro no sabía que era el primero de una serie protagonizada por el teniente Arturo Andrade... Lo malo es que ahora voy a tener que leerme los otros, no me va a quedar otra opción... Independientemente de los premios que haya podido ganar, el libro está muy bien y resulta muy entretenido, muy fácil de leer y da que pensar un poquito, que también es bueno.

Nos situamos en 1939, con lo que ello conlleva... Una España que estaba como estaba... Y a nuestro prota le encargan localizar un cuadro. Ha desaparecido El arte de matar dragones que "era una tabla al temple de un pintor anónimo fechada a principios del Trecento, con un tena habitual, la lucha entre el Bien y el Mal"

La búsqueda le va a llevar a descubrir muchas cosas que no conocía, a encontrar una trama de tráfico de obras de arte, a descubrir cómo son las personas en diferentes situaciones en la vida, a descubrir el amor "imposible", el dolor... Muchas cosas que le van a ir moldeando porque le van a hacer descubrirse también a sí mismo.

El teniente Andrade es un hombre metódico e inteligente y me llama la atención su razonamiento: "aplicaría a la investigación el mismo método que tan buenos resultados le había dado durante la guerra: suponer que todo es cierto. La realidad no tarda en hacer surgir las contradicciones." Es,l además, un hombre amable con todos: "No hay un porqué, se es amable sin motivo. Si hay motivo, ya no se es amable"

Yo he descubierto también muchas cosas, entre ellas que "quince camiones habían realizado numerosos viajes hasta la frontera francesa transportando los cuadros del Museo del Prado para ponerlos a salvo de la guerra". No está mal que alguien pensara que se podían destruir... Lo malo es que por el resto de Europa no andaban las cosas muy bien tampoco...

Hay un personaje que me encanta, Valdimiro, el limpia de Arturo. Arturo, además, le considera su único amigo. Se llama Vladimiro, pero hace que todos le llamen Vicente: "Tras el plazo de sesenta días dado ese mismo año por el gobierno para que se cambiasen todos los nombres exóticos y extravagantes, llevar el mismo nombre que Lenin no le hubiera traído precisamente buena suerte". Era veterano de África y eso le había dejado una cojera notable.

A mí me ha caído bien desde el principio. Tiene una filosofía curiosa y es muy simpático. Y hay un episodio en el bar, cuando aparece Román Duarte Aldecoa, cabecilla de un grupo de falangistas, con su gente... Es muy interesante cómo Arturo sale a defender a Vicente y cómo ese momento supone un antes y un después en la relación entre ellos, aunque no se den cuenta... Vicente es futbolero, taurino y está enamorado locamente de la Garbo: "Esa es de las que excepcionan cualquier regla"

A raíz del tema del cuadro, he aprendido unas cuantas cosas de los dragones. Entre ellas, la más curiosa: "Según la tradición, la manera más eficaz de derrotar a un dragón no es clavándole una lanza sino pronunciando su nombre. El nombre propio es el secreto mejor guardado de todo dragón, su sonido en boca ajena basta para que caiga desplomado". Yo creo que esto no se lo contaron a San Jorge... buena gana de luchar con el dragón, con averiguar su nombre le había valido...

Por circunstancias, gracias a Vicente, Arturo conoce a otro personaje, Publio Medina, que resulta un poco "asquerosete" la verdad, pero que quiero resaltar aquí porque su nombre completo es Publio Aurelio Tiberio Adriano Graco César Medina de las Hurdes Mellado; "mi madre tenía cierta debilidad por los emperadores romanos"

A Arturo, durante su investigación, le cuentan cosas de la guerra que son a veces dolorosas y otras veces, curiosas. En un momento le hablan de un tipo al que llamaban el arcoiris, porque "el muy jeta siempre aparecía después de los truenos". También descubre que el nombre en clave en África para la Iperita, el gas asfixiante era hipucama, que en realidad era "hijodeputacabrónmaricón"...

Tengo que ir terminando ya y no voy a hablar de la casa de citas de Margot... Ya hay un motivo más por el que hay que leerlo... Pero no me puedo alargar más.

Es un libro muy recomendable, la verdad. Arturo está envuelto en una cierta tristeza pero resulta un buen compañero de lectura.

Termino con una reflexión curiosa de una monja de clausura: "Lo difícil del convento solo son los primeros treinta años; luego se hace más llevadero"

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