sábado, 14 de abril de 2018

Detectives victorianas. Las Pioneras de la novela policíaca (Laura Salas)

Me llamó mucho la atención el título de este libro y no pude resistirme... Y me ha gustado mucho, la verdad. Me encantan las novelas de detectives y ya, las detectives, que son pioneras, me tenía que encantar...

He aprendido muchas cosas, entre ellas, que los primeros relatos de mujeres detectives aparecieron a principios de 1860.

Otra cosa, muy interesante: "En 1829, oco años antes de que diese comienzo el reinado de Victoria, el Parlamento aprobó la Ley de la Policía Metropolitana, que reemplazaba el tejido de vigilantes y guardias parroquiales por una fuerza razonablemente organizada"; "...como el impulsor de la fuerza policial fue el célebre ministro del Interior Robert Peel, sus agentes recibieron el apodo de peelers en Irlanda y de bobbies en Inglaterra". Me ha encantado porque siempre me había preguntado por qué se llamaban bobbies.... He de decir, en honor a la verdad, que tampoco había tratado de averiguarlo...  a lo mejor era sencillísimo, pero... yo no lo sabía.

El libro es un compendio de novelas cortas en las que, obviamente, el detective es una mujer. Yo lo he pasado de maravilla leyéndolo, viendo cómo llegan a las conclusiones más alucinantes utilizando solo la observación y el instinto porque solo en una de ellas se está empezando a utilizar esa técnica novedosa de utilizar y comprobar las huellas dactilares...

Por otra parte, hay una frase muy ilustrativa que yo creo que es muy cierta: "El lector comprenderá que la mujer detective cuenta con muchas más oportunidades que el hombre par vigilar en la intimidad y para seguir de cerca asuntos en los que un hombre no podría fisgar a su antojo". Pues es verdad: somos más curiosonas, más cotillonas y más fisgonas... ¿o no?

No puedo hacer ningún resumen porque estamos hablando de varias novelas en las que los personajes me han parecido entrañables. Claro que algunos malos son muy requetemalos, eso sí.

Se puede leer para pasar un rato agradable, desde luego.

Y quiero cerrar con una reflexión del Dr. Dix: "No le corresponde a usted, ni a mí, ni a ninguna inteligencia mortal decidir lo que es propio de alguien o no". Ahí queda eso, para que luego queramos ser jueces de todo y de todos.

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